martes, 31 de marzo de 2009

CUANTO

Alumbraban los ojos glaucos de la mujer amada, cada amanecer de mi vida, en sus anhelados brazos, despertando sobre su suave y oloroso pecho de jazmín, materializando sueños imposibles, consumadamente en su desnuda piel de diosa, sin prisa y con sumas pausas, con caricias otorgadas, por inquietas manos que recorrían sabia y enteramente su cuerpo…,
Brillaban en las noches sin Luna, las hermosas perlas que guardabas celosamente con cuidado, en tan hermoso estuche de peluche rojo, por tus ansiados labios, de cuyo dulzor recuerdo y añoro, al nunca poderlos olvidar, como también, tu querido nombre, el cual aun late y no muere, dentro de un pobre y enfermo corazón solitario.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 31/03/2009 04:30 PM.

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