Sentándonos a la mesa, tomemos un café y no sigas llorando por favor, sécate las lágrimas con el pañuelo, para que prestes atención a lo que diré de esta vida juntos, Yo sé, que cuando intentaba sembrar el amor, con tanta ilusión dentro de tu corazón inconmovible cada amanecer al despertar, Tú por el contrario, lo fuiste lentamente matando al no poder recibir la luz de vida por tus hermosos ojos glaucos, brindándole solo, penumbras, al no querer notar sentidamente su presencia, sobre tu anhelado pecho desnudo, porque ya sé, sin llegar a equivocarme esta vez, que donde traté de ser Sol, mostrando, más que proponer un nuevo camino claramente abierto por el bien de los dos, Tú fuiste, solo Sombra de pensamiento, escogiendo por ese camino una noche, la vereda perdida de la vida, dejando atrás en el olvido, todo lo vivido y sentido en la piel durante tantos años, en la seguridad por abrigo sincero de mis brazos, pero ahora, después de tanto tiempo de ausencia, has vuelto reclamando arrepentida y enamorada tu lugar, pero Yo, no consigo enamorarme de ti y es por eso, que arrastro este negro y marcado destino fatal de no sentir ya mas amor, por la que con lágrimas tardías de ayer, llega hoy, viéndolas correr por primera vez, libres y brillosas por su angelical rostro, pero las amargas experiencias aprendidas por lección por tu amargo desamor sufrido en soledad, no podía continuar aceptándolo con mi alma sumida en pena, por dilatar eternamente un desenlace, que no pudo ser otro, que así.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 02/09/2009 01:15 PM.
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