Como un soldado que va a la guerra olvidando el arma, así quedé yo, en el terreno, desarmado ante tan monumental belleza como contrincante, pero mostrando siempre la misma mirada felina, recelosa, pero cómo hablar sin pecar en el propio intento, si cada parte de mi mente era tuyo, al no poder encontrar la palabra precisamente exacta que te hiciera desarmar, desmoronándote por la rendición en mis brazos como lo hacías en el pasado de solo mirarte en silencio, pero sin demostrarte a la vez, aun con el amor dolido, que habías ganado antes de comenzar a luchar…,
Como un soldado que va a la guerra, sin saber la suerte que tendría, como destino marcado, así permanecí yo, frente a ti, por un instante, como si fuera tu enemigo desconocido a la puerta del infierno, congelado en el tiempo y el espacio de una mirada, donde los ojos, reflejos del alma dejaron ver, lo que labios mordidos hasta casi sentirlos sangrar nunca pronunciaron en su momento oportuno, por negociar la inevitable guerra o la posible paz, donde a la final la razón de al menos un empate triunfó y aunque no hubo ruido y nadie salió, las hogueras que motivaron por años este odio y rencor en nuestros corazones desamorados, en verdad, siento que no se han apagado sinceramente hasta el día de hoy, desgraciadamente, por el bien de los dos.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 27/05/2009 10:30 AM.
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