miércoles, 20 de mayo de 2009

ENTRE cuatro cirios ENCENDIDOS

Que hacen guardia a un ataúd, velo hoy los restos mortales, de lo que fue ayer un gran amor sentido en el corazón y querido como la flor más hermosa de mi vida, recordado cada amanecer al despertar, con una sonrisa de perlas aunado a un dulce beso de sus rosados labios, acariciando suavemente su frondosa cabellera de oro...,
Han caído dos lágrimas del alma, sin darme cuenta, una por ti ausente y otra por mi dolor presente de haberte perdido, traspasando milagrosamente el fino vidrio que protegía tu angelical y delicado rostro, que impedía darte el último beso de despedida, viéndote como la bella durmiente dentro del mas bello cajón de madera de ébano, que espera por el rescate de su príncipe azul…,
En el silencio de una noche sin Luna, las estrellas curiosas con el reflejo de su luz intentaban ver discretamente el llorar sufrido de un caballero por su doncella, la cual yacía vestida de impecable tela de ceda blanca, como si fuera una novia, aguardando pacientemente con un bello ramo de rosas rojas entre sus manos, sobre su pecho, la llegada de su querido y amado, novio.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 20/05/2009 06:15 PM.

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