Sentado en la arena de aquella playa, mirando las olas del mar, llegar con tal fuerza, hasta entregarse estrellándose en la orilla, convirtiéndose luego en fina y blanca espuma, hasta regresarse vencida nuevamente al mar, buscando su antiguo espacio, medito por un momento en el silencio que guardaba la noche, por nuestro amor de ayer y con lágrimas que corrían, lentamente en mi rostro, pienso que en esta guerra por medir fuerzas y aguante, ni TÚ y YO, tuvimos nunca la razón, sino el TIEMPO, como testigo mudo, por los errores del ayer, que jamás evaluamos con antelación y sensatez, para luego, haber podido aplicar lo aprendido, por todos esos años juntos, de amarga convivencia.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 19/05/2009 12:15 PM.
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