Cuantos lamentos se escuchan en las noches y que son ecos por voces lejanas, que se van atenuando lentamente hasta quedarse como dormidas sobre una almohada por confidente, llenas de lágrimas pasadas y que aún, no han secado...,
Cuantos lamentos se escuchan en tinieblas, protegiendo el rostro de la verdad, tras las sombras de un pasado vivido, que marcó los destinos por ausencia en diferentes caminos de dolorosos olvidos al mirarnos y vernos lejos, estando tan cerca el uno del otro, casi frente a frente a nuestro mundo amado de ayer, separados hoy, únicamente por una fina y delgada línea invisible de nuestra propia ignorancia…,
Cuantos lamentos se escuchan en oscuros escondrijos, al no querer notar el amor escrito en los ojos del tiempo, por espacios de desamor habidos, reflejo del alma en pena, con despertar de recuerdos húmedos de soledad, que son ansias latientes del silencio, que se desvanecen con añoranzas de amargo martirio, por un corazón cautivo que está carente de pasión, agonizando donde yacen por tristezas sinceras los hombres de valor que alguna vez amaron, intentando encontrar cada amanecer en brazos de una mujer querida, la vida consentida, cuando fue anhelada fervientemente, sin reglas y condiciones que cumplir, nunca, por ser ella y solo ella, la razón del existir.
Cuantos lamentos se escuchan en tinieblas, protegiendo el rostro de la verdad, tras las sombras de un pasado vivido, que marcó los destinos por ausencia en diferentes caminos de dolorosos olvidos al mirarnos y vernos lejos, estando tan cerca el uno del otro, casi frente a frente a nuestro mundo amado de ayer, separados hoy, únicamente por una fina y delgada línea invisible de nuestra propia ignorancia…,
Cuantos lamentos se escuchan en oscuros escondrijos, al no querer notar el amor escrito en los ojos del tiempo, por espacios de desamor habidos, reflejo del alma en pena, con despertar de recuerdos húmedos de soledad, que son ansias latientes del silencio, que se desvanecen con añoranzas de amargo martirio, por un corazón cautivo que está carente de pasión, agonizando donde yacen por tristezas sinceras los hombres de valor que alguna vez amaron, intentando encontrar cada amanecer en brazos de una mujer querida, la vida consentida, cuando fue anhelada fervientemente, sin reglas y condiciones que cumplir, nunca, por ser ella y solo ella, la razón del existir.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 05/10/2009 03:00 PM.
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