miércoles, 21 de octubre de 2009

COMO duele la AUSENCIA de los BRAZOS

Reclamando por tu entristecida presencia lejana, sin poderte alcanzar jamás cada noche al no querer notarme, frente a ti, sintiendo solo silencio al mirarte, observando lágrimas que corren indiscriminadamente por tu angelical rostro, cayendo lentamente sobre las mismas de ayer, que yacen frías en tu suave almohada de confidente, por causa de la soledad que callan tus anhelados labios de rosa, no atreviéndose nunca a enfrentar valientemente hablando de esta amarga realidad que nos compete a los dos debatir sentados sensatamente a la mesa, por ser esta, muy nuestra y verdadera llena de errores más que aciertos, porque no decirlo, pero que deberíamos buscarlos con un margen de interés evaluando juntos y no por separados nuestros problemas, cada amanecer al despertar, para luego aplicar lo aprendido con puntos de mutua coincidencia, porque aquí, Tú no serás la única que perderá lo que tiene sin amor, al no lograr conservar, absolutamente nada de lo que antes, fueron esos motivos y detalles de vida, porque existir amando dentro de este mundo blanco de luz, que aun puede ser de dos y no de uno solo, visto tardíamente en la distancia con añoranzas, desde aceras opuestas a nuestro destino previamente trazado, por no dispensar el tiempo y el espacio que amerita esta disyuntiva que descifrar, pero al parecer mi tiempo dedicado, no es tu espacio de atención, al leer solo odio y rencor reflejado por tu alma en tus hermosos ojos glaucos, marcando la huella del desamor que vive dentro tu corazón, por la pretensión de tu mente de querer olvidar lo sentido en la piel durante tantos años juntos, sin llegar a comprender al mirarme, que a pesar de todo lo vivido, te extraño sumido en este vacío de amor, al verte cerca y no tenerte, lo cual me está matando, al pensar que Yo estaba más enamorado de ti, de lo que Tú, decías estarlo de mi, hoy lloro, reclamando tu presencia, porque con verdad sentida, no puedo seguir abandonado, viviendo en tinieblas la ausencia, por seguridad que del amor tenía en los brazos, al acostumbrarme a tus besos, voz y las caricias que en mi cuerpo desnudo fueron siempre vida consentida.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 21/10/2009 11:30 AM.

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