miércoles, 3 de junio de 2009

POR CALLAR

Confirmo mi sentencia, ante ti, aceptando la derrota caballerosamente, porque en esta batalla sin cuartel, llena de orgullo y altivez, alguien en honor a ese mismo amor herido debía ceder deponiendo las armas que ayer hicieron mucho ruido y daño al alma, pero aunque la guerra ha terminado, las hogueras no se han apagado, siguen humeantes lentamente en la distancia…,
Ahora afloran recuerdos divinos, que mas que bien, hacen daño, pero así es la vida cautiva en soledad, cuando se ama en silencio y con nostalgias, un pasado lleno de ilusiones, que se van desvaneciendo como eco a la medida que despiertan y revotan en el viento del olvido, llevándose lo más querido de conservar por lo amado…,
Como vencedora reescribiste la historia a las espaldas de la verdad de caído, que solo tiene derecho a leerla en el exilio, viendo con lágrimas sentidas que corren por el rostro, moviendo la cabeza, la tergiversación por propia conveniencia en tiempos de desamor, de horas serenas, en momentos sublimes que fueron detalles muy nuestros vividos y sentidos cada amanecer al despertar, por otros totalmente agónicos, pero aunque tus palabras hoy me condenen al pleno silencio, al no querer notar mi presencia para el debate aunque tardío, la autentica historia oculta se impondrá sola un día con la luz de la sabiduría sobre la falacia de tu versión, retando al destino marcado y de las cenizas de ese amor, mi nombre mancillado levantará vuelo al cielo, donde será limpiamente absuelto, por la justicia divina ante Dios.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 03/06/2009 04:40 PM.

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