Si luego ha de venir con el tiempo perdido a la espalda, pidiendo perdón, sabiendo que antes de hacerlo, había que pensarlo muy bien, porque amar en nosotros siempre fue no tener que llegar a decir nunca, lo siento, con lágrimas tardías en los ojos, que aun hoy corren lentamente por el rostro…,
Para después llegar arrodillado a los pies, juntando las manos, ablando en tono bajo cosas sentidas del corazón, tratando de encender nuevamente las llamas agotadas de la pasión, reflejadas por el alma en esos ojos del silencio, si de un cariño muerto y enterrado, no existe odio y rencor en la mirada, pero sí, olvido.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 03/12/2009 11:30 AM.
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